Microrrelato de tono poético de Federico García Lorca escrito en 1922.
La estación estaba solitaria. Un hombre iba y otro venía. A veces la lengua de la campana mojaba de sonidos balbucientes sus labios redondos. Dentro se oía el rosario1 entrecortado del telégrafo. Yo me tumbé cara al cielo y me fui sin pensar a un raro país donde no tropezaba con nadie, un país que flotaba sobre un río azulado. Poco a poco noté que el aire se llenaba de burbujas amarillentas que mi aliento disolvía. Era el telégrafo. Sus tic-tac pasaban por las inmensas antenas de mis oídos con el ritmo que llevan los cínifes2 sobre el estanque. La estación estaba solitaria. Miré al cielo indolentemente3 y vi que todas las estrellas telegrafiaban en el infinito con sus parpadeos luminosos. Sirio sobre todas ellas enviaba tics anaranjados y tacs verdes entre el asombro de todas las demás.
El telégrafo luminoso del cielo se unió al telégrafo pobre de la estación y mi alma (demasiado tierna) contestó con sus párpados a todas las preguntas y requiebros4 de las estrellas que entonces comprendía perfectamente.
1Rosario: tipo de oración religiosa, repetitiva.
2Cínifes: mosquitos
3Indolentemente: sin conmoverse ni afectarle.
4Requiebros: halagos, palabras que se dicen a otra persona para destacar sus cualidades.